Serguei S. Narishkin, actual jefe del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia (SVR) es considerado uno de los arquitectos del acercamiento ruso-cubano de la última década. Los vínculos más sólidos entre Moscú y La Habana, los de seguridad, han sido tejidos por este personaje poco visible para el gran público, pero clave en los engranajes del poder ruso.
Las visitas, encuentros y acuerdos firmados por el hombre de confianza de Vladimir Putin con el régimen de Cuba evidencian una estrategia de cooperación que, más allá de los gestos simbólicos, apunta a un fortalecimiento real de los lazos en materia de inteligencia, defensa y contrainformación.
Más allá de los gestos simbólicos, Rusia busca un fortalecimiento real en materia de inteligencia, defensa y contrainformación con Cuba
Este 1 de julio de 2025, Narishkin volvió a Cuba en una visita oficial como director del SVR. Fue recibido por el gobernante Miguel Díaz‑Canel. El mandatario agradeció el respaldo de Moscú frente al embargo estadounidense y la reciente inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo.
Su viaje fue enmarcado en las celebraciones por aniversarios históricos, pero su trasfondo estratégico es evidente. Narishkin reiteró que Cuba es “un socio confiable y leal” y destacó la necesidad de enfrentar amenazas comunes mediante la coordinación entre servicios de inteligencia y fuerzas del orden.
Aunque los detalles de la agenda no fueron divulgados, fuentes diplomáticas indican que discutieron mecanismos de cooperación en ciberseguridad, vigilancia de redes sociales, y control de contenidos digitales—un campo donde Rusia ha ofrecido amplia asistencia técnica a los gobiernos afines, como Cuba, Venezuela y Bielorrusia.
Narishkin pisó suelo cubano por primera vez en mayo de 2015, entonces como presidente de la Duma Estatal, en ese entonces buscó reforzar la cooperación parlamentaria y extendió una invitación formal para que Cuba se incorporara como observador en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), la alianza militar encabezada por Rusia.
Durante esa misma visita, el alto funcionario ruso y el presidente del Parlamento cubano, Esteban Lazo, rindieron homenaje a los soldados soviéticos caídos en misiones internacionalistas, consolidando una narrativa compartida entre Moscú y La Habana, basada en la historia común, la lealtad y la lucha contra el "imperialismo occidental".
Cercanía e historia con Putin
La influencia de Narishkin se sustenta en su cercanía y años de unión con el gobernante ruso Vladimir Putin, a quien conoció en los años 70 cuando cursaban estudios en la Escuela de la Primera Dirección (Inteligencia) del KGB en Leningrado.
Ambos compartieron formación y trabajo. Después vinieron responsabilidades conjuntas en la administración de San Petersburgo y antes de que finalizara el siglo XX estaban los dos laborando en el Kremlin. Allí se convirtió en el “cuidador” de Medveded durante su mandato presidencial, siendo su jefe de la Administración Presidencial desde 2008 hasta finales del 2011. Después es electo diputado a la Duma por el partido oficialista, siendo designado presidente de este presunto órgano legislativo.
El 22 de septiembre de 2016, Narishkin fue designado oficialmente como director del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) por decreto presidencial.
Su nombramiento fue interpretado como una señal de que el Kremlin apostaba por un perfil político, leal y con experiencia para liderar uno de los brazos más estratégicos del aparato de seguridad ruso. Ese mismo año, Rusia anunció la condonación del 90 % de la deuda cubana, un gesto impulsado en gran parte por el propio Narishkin, en señal de confianza y de interés geopolítico por mantener a Cuba como aliada estratégica en el hemisferio occidental.
Narishkin ha recibido a altos funcionarios cubanos en Moscú. En mayo de 2016, como presidente de la Duma, sostuvo un encuentro con Miguel Díaz‑Canel, entonces primer vicepresidente de Cuba. En esa reunión, las partes destacaron el “alto nivel de interacción”, el carácter estratégico del vínculo bilateral, especialmente en áreas de cooperación parlamentaria, económica y de seguridad. El funcionario ruso elogió los avances “del proceso de reformas en Cuba” y reafirmó el respaldo del Kremlin a la soberanía de la isla “frente a presiones externas”.
Uno de los temas más recurrentes en los encuentros ruso-cubanos ha sido la posible reapertura de la base de espionaje de Lourdes, cerrada oficialmente en 2002. Aunque nunca se ha confirmado su reactivación, Narishkin ha sido protagonista de reuniones en las que se debatieron opciones de cooperación en materia de vigilancia electrónica, incluyendo instalaciones en Cienfuegos.
Contra las "revoluciones de colores" y los "golpes blandos": el enemigo invisible
Uno de los pilares ideológicos que une a Rusia y Cuba es la resistencia activa frente a las llamadas “revoluciones de colores”, un término acuñado por el Kremlin para referirse a los movimientos sociales prodemocráticos que han sacudido a países del antiguo bloque soviético y otras regiones aliadas de Moscú.
Estos procesos—como la Revolución Naranja, en Ucrania (2004); la Revolución de las Rosas, en Georgia (2003); la Revolución de los Tulipanes, en Kirguizia (2005); y las protestas del Euromaidán, en Ucrania (2013)—no son percibidos por el gobierno ruso como expresiones legítimas de voluntad popular, sino como operaciones geopolíticas promovidas por Estados Unidos y sus aliados.
La narrativa de Narishkin ha encontrado terreno fértil en Cuba
Narishkin ha sido uno de los portavoces más consistentes de esa visión. En numerosos discursos, desde su puesto como jefe del SVR, ha advertido sobre lo que considera "estrategias híbridas de intervención".
Su narrativa ha encontrado eco y terreno fértil en Cuba, donde el régimen ha replicado desde todos los medios de prensa que controla y sus activistas digitales, la narrativa de "subversión" y "golpes blandos".
En 2021, tras las protestas del 11 de julio en la isla, medios estatales cubanos usaron precisamente la expresión “revolución de colores” para describir lo ocurrido, atribuyéndolo a un plan de desestabilización orquestado desde el exterior.
En este contexto, Rusia y Cuba han suscrito acuerdos de cooperación en materia de seguridad, que incluyen intercambio de experiencias sobre "protección del orden constitucional" y ciberseguridad.
Según diversas fuentes, el aparato ruso ha brindado asesoría técnica a La Habana en áreas como vigilancia digital, control de redes sociales, y detección de “elementos subversivos”, todo bajo el paraguas de neutralizar posibles revoluciones de colores.
Para Narishkin, prevenir esas revoluciones no es solo una misión de inteligencia sino una cruzada ideológica, parte de una visión multipolar del mundo en la que naciones como Rusia, China, Irán y Cuba deben protegerse de lo que consideran un imperialismo disfrazado de democracia.
¿Se intensificará la represión?
La visita de Narishkin ocurre en un contexto donde la represión contra la sociedad civil cubana es ya intensa y persistente.
Tras las históricas protestas del 11 de julio de 2021, más de 800 personas permanecen encarceladas por motivos políticos, entre ellas artistas, periodistas, activistas y ciudadanos comunes. La represión digital también se ha incrementado, con restricciones de acceso a internet, vigilancia de comunicaciones y criminalización del activismo en redes.
Con la presencia de Narishkin, uno de los ideólogos de la contrainsurgencia híbrida del Kremlin, se teme una intensificación de los mecanismos de control interno en Cuba.
Observadores alertan que la cooperación ruso-cubana podría traducirse en nuevas herramientas tecnológicas para el rastreo, la censura y la represión selectiva de voces disidentes, replicando modelos ya implementados en Rusia, Bielorrusia, e Irán.
Hoy, con la guerra en Ucrania aún en curso y la presencia de soldados cubanos en el bando ruso, y justo cuando La Habana busca oxígeno financiero y diplomático, la figura de Sergei Narishkin se consolida como una de las piezas más influyentes en la relación bilateral. Su historial de contactos, su ascendencia en Moscú y su comprensión del aparato cubano lo convierten en un actor determinante de la nueva era ruso-cubana.
Mientras otros diplomáticos se limitan a sonrisas, promesas y protocolos, Narishkin ha operado con persistencia, sigilo y eficacia, tejiendo un entramado de intereses que coloca a Cuba nuevamente en el tablero estratégico del Kremlin.
Foro